vol.291 – Batallón de mariquitas: petardeo cabaretero por la liberación sexual
Esta semana hablamos de Batallón de Mariquitas, el disco recopilatorio de música travesti y de la escena transformista de los 70 y 80. Nos acompaña en el estudio Daniel Gutiérrez que ha colaborado en la producción de este disco tirando de su inagotable colección recopilando estas joyas musicales del activismo por la liberación sexual.
La gran mayoría de los artistas que aparecen en Batallón de Mariquitas ya han fallecido. Y muchas de estas grabaciones se han perdido o han caído en el olvido. Y ahí permanecerían si no fuera por la labor del documentalista Juan Sánchez y la producción de Daniel Gutiérrez, que nos acompaña hoy en el estudio. No solo las grabaciones, también queremos recordar la actitud golfa, perra y provocativa de unos artistas que, en una época muy compleja para estas cuestiones, ejercieron su activismo por la liberación sexual desde los escenarios, para un público que no en todos los casos estaba preparado para terminar de entender lo que estaba viendo. Más allá de los espectáculos de variedades, los freak shows de la época y el bizarrismo que acompaña a la escena, estamos ante unos claros representantes de la lucha por la liberación sexual en la España gris de los 70 y 80 a la que le costaba sacudirse la moral franquista y en la que la educación nacionalcatólica impregnaba todos los aspectos de la vida. Zasca, acción directa contra la moral bienpensante de la época.
Y así escuchamos a Rafael Conde ‘El Titi’ hablar de las pintadas que te llegan al corazón y llenitas de razón: «Libérate, ser sexual no es un delito, no lo calles y lanza el grito, si estás vivo y no estás muerto a darle gusto a tu cuerpo». Y mientras Félix de Granada dice que ha oído que muy pronto las mariquitas tendrán que ir a la guerra y como medida de precaución está organizando un batallón de mariquitas que haga caso de lo que dice el comandante, por detrás y por delante porque usando vuestro cuerpo la misión es resistir. Y hablando de guerra Paco España pide guerra, con bata de cola arrastrándola por tierra, porque le pone como una perra y nadie le aterra. Parpadean los focos en el escenario y brillan las lentejuelas, las boas de pluma y se consumen las horas que quedan para que vuelva a amanecer mientras desfilan por el escenario Violeta la Burra, Fernando Vargas, Esmeralda de Sevilla, la Otxoa y el grandísimo artista polifacético Antonio Gracia José ‘Pierrot’.
Un auténtico festivalazo transformista que para terminar de entenderlo nos invita a echar un ojo más atrás aún en la historia de la represión sexual en el estado español desde el ámbito legislativo.
4 de agosto de 1933. El gobierno de Manuel Azaña presenta el proyecto de la Ley de Vagos y Maleantes que es aprobado en el parlamento. El objetivo era poner freno, represión mediante, a la criminalidad. Según el cuerpo de la ley se perseguirían «conductas antisociales» y de «dudosa moral». La prensa, sobre todo la de sucesos, y la sensacionalista, llevaban ya un par de décadas clamando contra lo que denominaban degradación moral en las grandes urbes. Es decir: la vida nocturna. Hubo gente que sí vio que esta ley buscaba perseguir y poner coto al hedonismo noctámbulo, la vida bohemia, los cabarets, los cafés… En fin, los sitios donde el pueblo llano, y parte de las élites burguesas, buscaban escapar de la rigidez moral del día a día.
En 1954, concretamente el 15 de julio, el gobierno franquista hizo una pequeña modificación del articulado de la ley. Donde aquella hablaba de «rufianes y proxenetas», ahora decía «homoxesuales [literalmente], rufianes y proxenetas». El franquismo inaugura así la persecución, abierta y sin máscaras, de la homosexualidad en España, condenando a muchos miembros del colectivo a penas de prisión, trabajos forzados en centros de reeducación (como la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía) y «terapias» de conversión. En 1970 esta ley fue sustituida por la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, que junto a los artículos 431 y 432 del Código Penal (lo que se conocía como «escándalo público»), fue su principal instrumento para perseguir a homosexuales y transexuales.
La lucha de los colectivos LGBT+ de entonces junto al cambio social y cultural que trajo la apertura del país con el boom turístico, consiguió que la ley fuese modificada en 1979, eliminando la alusión a actos de homosexualidad.
¿Significó esto que los gays, lesbianas y transexuales iban a dejar de ser perseguidas? Ni remotamente. Las palabras de Félix de Granada del tema que abre el disco Batallón de Mariquitas son esclarecedoras: «Mira como ha cambiado todo con la democracia. Ahora petardeamos a gusto, y encima nos pagan» Y luego sigue: «Una noche estando en Madrid en el drugstore de Fuencarral, llegó el furgón de la policía y, oye, no se escapó ni una mosca».
Por ejemplo, la amnistía de 1976 no incluyó a las personas homosexuales y, aunque tras 1979 no se les podía perseguir abiertamente, el delito de escándalo público se seguía aplicando con una llamativa generosidad contra los y las miembros del colectivo. Hasta la modificación del código en 1983 y la derogación de los citados artículos en 1989, los miembros del colectivo LGBT+ no pudieron vivir cierta «normalidad».
¿Qué hacían mientras tanto gays, lesbianas y transexuales? Pues vivir. Ocultando más o menos su sexualidad, con mejor o peor fortuna. Los tiempos de cambio que soplaban en los setenta hicieron que cada vez más gente se hartase de persecución y ocultamiento. Y siguiendo la estela de los espectáculos de variedades y transformismo de las primeras décadas del siglo XX en España, muchos decidieron hacer alarde de su condición sexual con descaro. Presumiendo de pluma, con orgullo y mucha valentía, porque Franco seguía vivo y firmando sentencias de muerte. Como dice Juan Sánchez, responsable de la documentación y los textos que acompañan a este recopilatorio «esta era la forma de acción directa que surgió en ese momento entre los que se dedicaban al espectáculo».
Un legado artístico que por fin ha abandonado las cubetas de los coleccionistas de cassettes y vinilos rescatado para componer este batallón de mariquitas que obedece siempre al comandante, por detrás y por delante.
Que empiece la fiesta. Y como diría la Esmeralda de Sevilla: ¡Niñas, al salón!
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